Me reservo el derecho de estar triste, de sentirme mal porque no es justo o porque algo no está bien. Me lo reservo porque lo contrario me presiona y me deprime. Esos son mis demonios y en realidad no son tan malvados. Ellos me piden que los comprenda y me dicen que lo que siento es la vida y que el mundo es el paraíso que yo quiera crear.
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